La corrupción, las falsas promesas, los pactos para favorecer al capital, el anquilosamiento de sus estructuras, etc. motivan que la clase trabajadora, que antes consideró a partidos y sindicatos de izquierdas como algo propio y útil para defender sus derechos, huya como de la peste de cualquier compromiso militante con lo que podrían ser las organizaciones naturales de personas explotadas y excluidas del reparto de tanta riqueza como se crea con su trabajo.